NUEVA YORK --
La guardia carcelaria Nancy González ganó notoriedad al tener un
hijo con un asesino de policías preso. Pero su historia de conducta
sexual inapropiada en una cárcel federal en Brooklyn no termina ahí.
González
dice que tuvo relaciones sexuales con al menos ocho colegas, entre
ellos dos supervisores, cuando trabajaba en el Centro Metropolitano de
Detención en menos de dos años. Admitió además haber tenido relaciones
sexuales con un segundo recluso.
Las alegaciones de un escándalo
sexual más amplio que creó potenciales riesgos de seguridad están en un
documento preparado por los abogados de González antes de su sentencia
el mes pasado a un año de prisión. González se declaró culpable de
relaciones sexuales ilegales con el recluso Ronell Wilson, convicto en
el 2006 de asesinar a dos policías encubiertos.
Los abogados dijeron que González contó a las autoridades federales
que tuvo relaciones sexuales con otras personas en la prisión a
principios del año pasado. Pero aunque la fiscalía la enjuició, no
estaba claro si alguien más fue disciplinado.
Robert Nardoza,
portavoz de la Fiscalía Federal de Brooklyn, confirmó que fiscales
habían remitido el asunto al inspector general del Departamento de
Justicia. Chris Burke, portavoz de la Oficina Federal de Prisiones,
agregó que el inspector general investigaba el asunto pero declinó
ofrecer detalles. La Oficina del Inspector General declinó comentar.
Las
alegaciones de González, aunque quizás sorprendentes para muchos, no lo
son para los que han estudiado la vida en las prisiones, donde la
cultura de relaciones sexuales ocultas — consensuales o no — es común,
dijo Brenda V. Smith, profesora de Derecho y experta en asuntos de
prisiones en la American University.
El hecho que González pudo
tener relaciones sexuales con Wilson durante varias semanas indica que
operaba en un entorno donde "todo vale", dijo Smith. "Estoy segura que
existen guardias de prisiones que no se sorprendieron por su conducta.
Sencillamente la sorprendieron".
Una carta escrita por el alcaide
de la prisión Strada al juez en el caso de González no mencionó posibles
fallas de supervisión en el lugar, que alberga a unos 2.4000 hombres y
mujeres en espera del resultado de cargos federales. El alcaide se
limitó a decir que González era la única culpable y merecía la máxima
sentencia.
El viernes no fue posible contactar a Strada por
teléfono y correo electrónico. Anthony Rico, abogado de González,
declinó hablar de las alegaciones de su defendida más allá de lo que
está en el memorando de la defensa.
El memorando indica que habría
sido difícil no darse cuenta de que González era una mujer
profundamente perturbada cuando llegó a trabajar a la prisión en el
2009. Tras su arresto, un siquiatra concluyó que sufría de un problema
sicológico no tratado, alimentado por "un sentido de culpa y vergüenza
emocional profundamente arraigado" a causa de severo abuso sexual cuando
era niña, dicen abogados.
"La incapacidad (de González) de
reconciliar su disfunción sexual era conocida por sus supervisores en la
Oficina de Prisiones, dos de los cuales se aprovecharon plenamente de
su problema y tuvieron relaciones sexuales con ella", dice el memorando
de la defensa, sin detallar circunstancias ni identificar a los
supervisores.
"Dado su alto nivel de promiscuidad con empleados de
la cárcel, era cuestión de tiempo para que tuviera relaciones sexuales
con un preso.
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