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    jueves, 27 de febrero de 2014

    Maxim Ross: El dolar guarimbero

     

    Biendateao.com
    Muy feliz, de felicitar, la declaración de Maduro sobre el tipo de cambio paralelo cuando lo calificó de “guarimbero” ilustrar algo equivalente a lo que viene entendiendo como guarimba, una manifestación de rebeldía, de  oposición a sus políticas que, inclusive toman la forma violenta cuando aquellas reclamaciones no son atendidas y, más todavía, cuando son reprimidas por la fuerza. Guarimba, entonces, es el símbolo de la acción anárquica de una población que no tiene reglas del juego para ejercitar sus más sagrados derechos democráticos, al igual que el paralelo, donde la ausencia de reglas y el cumplimiento de ellas por parte del Gobierno llevaron a la necesidad de desarrollar un mercado libre de cambios que le permitiera a personas, empresas e instituciones  conseguir la preciada divisa.
    Control de cambio o guarimba cambiaria
    Sea la verdad dicha: el sistema cambiario se ha convertido en un mecanismo opaco, oculto y sin reglas del juego que ha promovido la creación del paralelo, cuya mejor prueba es la gran inconsistencia de un control de cambio en un país que factura anualmente en petróleo cerca de US$ 90.000 millones, pero solamente cobra dos tercios, hipoteca una cuarta parte y compromete el futuro de los ingresos petroleros por no realizar inversiones que aumenten su capacidad productiva. ¿Tiene algún sentido?
    Ahora, aun dada esa inconsistencia aceptemos que después de 2003 se justificó temporalmente imponerlo, pero a partir de allí solo tiene justificación política si se examinan las cifras de ingresos y egresos corrientes de la economía venezolana pues, desde un punto de vista económico habiendo acumulado ingresos del orden de US$ 80.000 millones de promedio anual, desde esa fecha, no tiene razón de ser el control de cambio y, decimos, que solo tiene justificación política, en la medida que ha mantenido a la población venezolana sometida a un conjunto de controles y a restricciones a sus libertades económicas y civiles. Ha actuado como una verdadera guarimba de quienes manejaron esos recursos.
    El origen del paralelo
    Muy al contrario de la reiterativa  propaganda del Gobierno de atribuirle al paralelo connotaciones especulativas, lo cierto es que lo que lo originó fueron los repetidos incumplimientos del Estado venezolano de sus obligaciones con millares de venezolanos y cientos de empresas, a los cuales les dejó una deuda no menor de los US$ 30.000 millones, si tomamos en cuenta a los viajeros que no se les canceló lo previsto, los cupos establecidos o las importaciones y dividendos no cancelados, a pesar de las estipulaciones legales.
    Un claro ejemplo de cómo se multiplicó el cambio, proviene de la puesta en marcha del Sitme y de su pronto retiro, cuando el paralelo pasó de 1,5  a 7 veces el valor del oficial. Más allá de ello, el argumento de la mala fe, la sobrefacturación u otro no sirve para explicar la notoria diferencia entre lo comprometido y lo cancelado. Argumento que, además, dice muy poco de su autoridad para solicitar una fianza de fiel cumplimiento a los solicitantes, cuando el mismo  Estado no cumplió con ella.
    Tanto nadar, para llegar a la orilla
    Lo más interesante de todo este malabarismo cambiario utilizado por el gobierno, que pasa de Cadivi  a Sitme, de Sitme a Sicad, de Cadivi a Cencoex y de allí al ahora Sicad II,  radica en que por fin lo que el Gobierno llamó “dólar guarimbero” ha sido legalizado con la reciente modificación de la Ley de los Ilícitos Cambiarios y las declaraciones del Zar de la economía en cuanto a que, por fin, llegaron a la decisión de crear un mercado supuestamente libre, sin restricciones tal como funcionaba el paralelo.
    Interesante digo, no solo por lo que se parecerá el dólar del Sicad II al “guarimbero”, sino porque lo más importante es lo trascendente y, a la vez, contradictorio de esta política que va en contra totalmente de las severas regulaciones y controles impuestos en materia económica, especialmente en lo que respecta a la Ley de Costos y Precios Justos, cuyo propósito es eliminar las fuerzas del mercado capitalistas, mientras que el Sicad II será el vértice del neoliberalismo revolucionario al asentarlo en las libres fuerzas del mercado, en la oferta y la demanda, a sabiendas de que el precio del dólar no es cualquier precio, sino el principal regulador del resto de la economía. Ojalá que, por esa razón, no se le convierta al Gobierno a un “dólar guarimbero”.

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