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Muy feliz, de felicitar, la declaración de Maduro sobre el tipo de
cambio paralelo cuando lo calificó de “guarimbero” ilustrar algo
equivalente a lo que viene entendiendo como guarimba, una manifestación
de rebeldía, de oposición a sus políticas que, inclusive toman la forma
violenta cuando aquellas reclamaciones no son atendidas y, más todavía,
cuando son reprimidas por la fuerza. Guarimba, entonces, es el símbolo
de la acción anárquica de una población que no tiene reglas del juego
para ejercitar sus más sagrados derechos democráticos, al igual que el
paralelo, donde la ausencia de reglas y el cumplimiento de ellas por
parte del Gobierno llevaron a la necesidad de desarrollar un mercado
libre de cambios que le permitiera a personas, empresas e instituciones
conseguir la preciada divisa.
Control de cambio o guarimba cambiaria
Sea la verdad dicha: el sistema cambiario se ha convertido en un
mecanismo opaco, oculto y sin reglas del juego que ha promovido la
creación del paralelo, cuya mejor prueba es la gran inconsistencia de un
control de cambio en un país que factura anualmente en petróleo cerca
de US$ 90.000 millones, pero solamente cobra dos tercios, hipoteca una
cuarta parte y compromete el futuro de los ingresos petroleros por no
realizar inversiones que aumenten su capacidad productiva. ¿Tiene algún
sentido?
Ahora, aun dada esa inconsistencia aceptemos que después de 2003 se
justificó temporalmente imponerlo, pero a partir de allí solo tiene
justificación política si se examinan las cifras de ingresos y egresos
corrientes de la economía venezolana pues, desde un punto de vista
económico habiendo acumulado ingresos del orden de US$ 80.000 millones
de promedio anual, desde esa fecha, no tiene razón de ser el control de
cambio y, decimos, que solo tiene justificación política, en la medida
que ha mantenido a la población venezolana sometida a un conjunto de
controles y a restricciones a sus libertades económicas y civiles. Ha
actuado como una verdadera guarimba de quienes manejaron esos recursos.
El origen del paralelo
Muy al contrario de la reiterativa propaganda del Gobierno de
atribuirle al paralelo connotaciones especulativas, lo cierto es que lo
que lo originó fueron los repetidos incumplimientos del Estado
venezolano de sus obligaciones con millares de venezolanos y cientos de
empresas, a los cuales les dejó una deuda no menor de los US$ 30.000
millones, si tomamos en cuenta a los viajeros que no se les canceló lo
previsto, los cupos establecidos o las importaciones y dividendos no
cancelados, a pesar de las estipulaciones legales.
Un claro ejemplo de cómo se multiplicó el cambio, proviene de la
puesta en marcha del Sitme y de su pronto retiro, cuando el paralelo
pasó de 1,5 a 7 veces el valor del oficial. Más allá de ello, el
argumento de la mala fe, la sobrefacturación u otro no sirve para
explicar la notoria diferencia entre lo comprometido y lo cancelado.
Argumento que, además, dice muy poco de su autoridad para solicitar una
fianza de fiel cumplimiento a los solicitantes, cuando el mismo Estado
no cumplió con ella.
Tanto nadar, para llegar a la orilla
Lo más interesante de todo este malabarismo cambiario utilizado por
el gobierno, que pasa de Cadivi a Sitme, de Sitme a Sicad, de Cadivi a
Cencoex y de allí al ahora Sicad II, radica en que por fin lo que el
Gobierno llamó “dólar guarimbero” ha sido legalizado con la reciente
modificación de la Ley de los Ilícitos Cambiarios y las declaraciones
del Zar de la economía en cuanto a que, por fin, llegaron a la decisión
de crear un mercado supuestamente libre, sin restricciones tal como
funcionaba el paralelo.
Interesante digo, no solo por lo que se parecerá el dólar del Sicad
II al “guarimbero”, sino porque lo más importante es lo trascendente y, a
la vez, contradictorio de esta política que va en contra totalmente de
las severas regulaciones y controles impuestos en materia económica,
especialmente en lo que respecta a la Ley de Costos y Precios Justos,
cuyo propósito es eliminar las fuerzas del mercado capitalistas,
mientras que el Sicad II será el vértice del neoliberalismo
revolucionario al asentarlo en las libres fuerzas del mercado, en la
oferta y la demanda, a sabiendas de que el precio del dólar no es
cualquier precio, sino el principal regulador del resto de la economía.
Ojalá que, por esa razón, no se le convierta al Gobierno a un “dólar
guarimbero”.
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